La educación sobre el cambio climático como palanca de adaptación
Por Adeline Aroskay, Mediadora científica y Djian Sadadou, Responsable de comunidades y comunicación en la Office for Climate Education
En este inicio del siglo XXI, el cambio climático nos enfrenta a desafíos sin precedentes, al mismo tiempo que nos ofrece una oportunidad única para repensar nuestro futuro. El IPCC define la adaptación al cambio climático como "el proceso de ajuste al clima real o proyectado y sus efectos, a fin de moderar los daños o aprovechar las oportunidades beneficiosas”. Ante esta realidad, la educación emerge como una herramienta indispensable, no solo para entender estos desafíos, sino también para actuar de manera efectiva y adecuada.
La educación tiene un potencial transformador que aún está en gran parte inexplorado en nuestra respuesta colectiva al cambio climático. Para aprovechar plenamente este potencial, las instituciones educativas deben desempeñar un papel decisivo en la adaptación al clima y en el fortalecimiento de la resiliencia. Esto implica el desarrollo de programas que equipen a los profesores y estudiantes con los conocimientos y habilidades necesarias para comprender y responder a los riesgos climáticos.
El IPCC ve la adaptación como un proceso de aprendizaje social, y debemos y podemos alinearnos con esta visión. Los sistemas escolares deben cultivar no solo conocimientos científicos fundamentales, sino también un capital social robusto. De hecho, la educación para la adaptación al cambio climático debe ser un proceso orientado hacia las soluciones y la acción, permitiendo a los estudiantes adquirir nuevas habilidades y conocimientos, por ejemplo, en términos de pensamiento crítico o cooperación. También debe fomentar el aprendizaje entre pares, las ideas innovadoras, la concienciación comunitaria y la implementación de soluciones prácticas.
Como señalan los estudios recientes de Bharati y Pandey, uno de los principales obstáculos es la brecha entre el conocimiento teórico y su aplicación práctica. Dado que el cambio climático es un fenómeno complejo, invisible y global, es esencial que su enseñanza esté integrada en todos los niveles escolares pero también arraigada en realidades locales. Esto ayuda a reducir la distancia psicológica y transforma el conocimiento en acciones concretas, fortaleciendo así la resiliencia local de las comunidades.
La educación también es un vector clave de justicia climática. Permite reducir las disparidades socioeconómicas proporcionando a todos el acceso a las habilidades y conocimientos necesarios para enfrentar los desafíos climáticos. Adaptar la educación a las condiciones locales y comprometer activamente a las comunidades enriquece la comprensión y la gestión de los problemas ambientales locales. Los niños y jóvenes en las escuelas han demostrado su capacidad para actuar como embajadores de la adaptación al cambio climático. Al integrar la educación a nivel comunitario, se involucra no solo a los estudiantes sino también a los padres, las empresas locales y los líderes políticos, enriqueciendo la comprensión colectiva de los problemas ambientales locales. Los jóvenes estudiantes tienen un enorme potencial para transmitir a la comunidad los conocimientos y habilidades adquiridos en clase y en el campus, demostrando que la educación puede y debe ser un motor para reducir las vulnerabilidades climáticas.
En la Office for Climate Education, estamos convencidos de que la educación es una inversión que debe incluirse en una estrategia nacional de adaptación justa y equitativa al cambio climático. Es desarrollando iniciativas educativas estratégicas y sistémicas que podemos preparar a nuestras generaciones actuales y futuras para enfrentar las complejidades y desafíos del cambio climático.
Es precisamente con este objetivo que hemos desarrollado hace 5 años el primer proyecto regional de educación sobre el cambio climático en América Latina, ALEC. Después de más de 500,000 estudiantes formados y cientos de proyectos implementados por las clases, vemos diariamente en países vulnerables como México o Colombia el poder de la educación para ayudar a las comunidades a adaptarse al cambio climático.
¿No es hora de reconocer e invertir en la educación como la base de nuestras estrategias de adaptación?